Definitivamente mejor es la pacífica Punta Carnero al atardecer, que el ruido y el juego del malecón de Salinas. Y qué puede ser mejor que observar esta puesta del sol, que es difícil verla sentado en la silla por lo fantástica que es, sino, mejor verla de pie, tratando de no perderse ni un segundo, hasta que el sol vibra en rojo, se empequeñece y se sumerge.
Si se les ocurre pensar en alguien en este momento, deseando estar allí con esa persona, háganlo libremente. Yo también la extrañé.
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