domingo, julio 23, 2006

Y regresó La Universal


En el crecimiento y progreso de nuestra ciudad, hay cosas que se han dejado atrás. Poco a poco la ciudad deja su pasado de desorden, y hace desde algunos años con la conducción de empresarios y políticos que encontraron el balance entre orden, turismo y capitalismo, esta ciudad crece.

Obviamente, a veces muchos tememos que la ciudad pierda su alma. Es verdad, en esta ciudad que muchos llaman "el pueblo grande", las tradiciones ocasionalmente quedan sepultadas bajo el concreto y el adoquín. Ojalá las únicas que de verdad quedaran sepultadas fueran las malas costumbres. En fin.

Eso sí, un guayaquileño por definición, debe ser "sabrosho", entrador, futbolero, cervecero y amante de las mujeres, del cangrejo y de las canciones de JJ. Y las mujeres, decididas, calientes, bailadoras y muy pegadas a la familia.

A esa familia que un chocolate puede reunir en una tarde de domingo, Navidad, en Año Nuevo y hasta cuando hay una misa en recuerdo de un familiar que se fue hace tiempo. No podía ser cualquier chocolate. No podía ser una tableta "familiar" Nestle de color rojo, ni un chocolate colombiano de esos de color amarillo con azul. No. En Ecuador solo puede ser hecho con una tableta de Chocolate Superior, con una mazorca de cacao en el empaque rojo con dorado. No hay mas. No podía ser de otra manera.

No es un cliché, ni un comercial pagado. Simplemente son tradiciones, son sentimientos, y sensaciones que te llevan a lo que en conjunto conforma parte de nuestra identidad.

Y La Universal, ahora "Universal Sweet Industries", nos trae algo de nuestro pasado y un pedacito de la identidad perdida. La de los sabores, y la del aroma a chocolate que ya regresó en la fábrica de la calle Eloy Alfaro, junto al río, también parte del alma guayaca.





El manicho, ocho años después, está idéntico, sabe idéntico, dejando esa sensación de manteca de cacao en la boca. Y de más está comentarles que en la presentación en vivo en el Malecón, en algunos momentos, cuando los cocineros con gran destreza desmoldaban platillos, palitos y manichos de chocolate, la gente aplaudió. Si, aplaudió, y muchos sentimos algo así como que un pedazo de corazón nos regresaba.

Porque así somos los guayacos de verdad. Sentimos, y lo expresamos.

La Universal, bienvenida a casa.