La tricolor y el libre mercado.
Sebastian Hurtado. Para eltiempo.com. Copyright Firmas Press.
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Un periodista local recientemente se preguntaba por qué el Ecuador no ha podido aplicar en otros ámbitos los impresionantes éxitos alcanzados por su selección de fútbol, que clasificó a la segunda etapa de la Copa del Mundo, aunque haya perdido luego con Inglaterra.
Pienso que la explicación radica en una variedad de condiciones económicas especiales, que rodean el trabajo de la selección y favorecen su desempeño y que están ausentes en otros ámbitos de la vida nacional.
En primer lugar se encuentra el premio al mérito. Los seleccionados son escogidos de acuerdo con sus capacidades individuales, por lo que la discriminación y el ‘compadrazgo’, prácticas tan extendidas en Ecuador, no tienen cabida y únicamente los mejores jugadores terminan representando al país, independientemente de sus relaciones familiares, su estatus económico o el color de su piel.
Imaginemos el deterioro que sufriría nuestro seleccionado si, como sucede en otras instituciones ecuatorianas, se forzara la participación de los hijos de los dirigentes de la Federación de Fútbol o de los amigos del Presidente de la República, o si los movimientos sociales exigieran cuotas para mestizos e indígenas argumentando que los jugadores de piel morena tienen una desproporcionada representación en nuestro equipo mundialista.
Al mismo tiempo, nadie se opone a que un extranjero sea el entrenador de la selección, pues no existe un equivalente local de la misma calidad y porque efectivamente ha desarrollado un buen trabajo. No porque la selección sea de los ecuatorianos debe necesariamente estar administrada por ecuatoriano. Simplemente, podemos gozar de los beneficios que quizá de otra manera no obtendríamos.
En segundo lugar está su abierta exposición a la competencia internacional. Esta circunstancia le ha permitido medir sus capacidades con las mejores y más experimentadas selecciones del mundo, lo que a su vez le ha servido para comparar, aprender y finalmente mejorar su propio desempeño.
Los beneficios de una experiencia internacional serían escasos si nuestro seleccionado se limitara a jugar con equipos que considere tienen un equivalente nivel de juego o si, argumentando su menor experiencia y, por tanto, menor desarrollo futbolístico relativo, obtuviera un trato preferencial y recibiera, al menos, un gol de ventaja al jugar con alguna de las ‘potencias’ del fútbol mundial.
En tercer lugar están los incentivos económicos individuales. Imagino que después del desempeño mostrado, muchos de nuestros seleccionados recibirán jugosas ofertas internacionales, que serán proporcionales a la calidad individual de cada jugador y que los harán aún más ricos de lo que ya son. Estos beneficios económicos constituirán una merecida recompensa por su arduo trabajo y no, como con frecuencia se piensa en Ecuador, una utilidad ‘escandalosa’.
En resumen, meritocracia, internacionalización y capitalismo permiten sacar lo mejor de sí a nuestros jugadores y hacen exitosa a la selección. Si lográramos extender estas particulares circunstancias económicas al resto de la sociedad, obtendríamos satisfacciones aún más frecuentes e importantes.
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Hace 8 años.
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